domingo, 27 de diciembre de 2009

garabato representativo...

Garabato helicoide a través de una membrana estructural, como una suerte de espiral alegre, un punto de fuga libertino en la nota esquemática del cuaderno de latín, lo cual deviene de un carnaval multicolor en el librero, la guitarra que sostiene el diccionario, y dos macetas, helecho y nopalillo, donde hubo alguna vez un escritorio. Ya no se diga del óleo yuxtapuesto a la cama, el tapiz florido de los muros —afiches, postales, recuerdos—, seguido del rincón libertario donde un archivo de fanzines y volantes insurrectos efervece opciones revolucionarias. Así resulta lógico la fiel reproducción resguardada en la mochila, y peor aún, que el referente sea la psique, por lo cual, a la luz de un modelo aristotélico, toda expresión será proporcional al mandelbrot multifacético que constituye un interior.

Semejante trazo de espejos resulta un peligro para todo anhelo de especialización o profesionalismo, en apariencia, claro está, pues para cualquier espíritu que se precie de amplitud, tal escenario es fidedigna imagen del que nacido libre en potencia armoniza en sí el deseo con la técnica.

A este espécimen autóctono del mundo donde nace el lenguaje, suelen algunos llamarle escritor, otros saltimbanqui. Se desconfía de él mientras habita su cuerpo y luego, como una suerte de disculpa academicista, se le incluye en la Historia de las rocas, según la media cualitativa de sus producciones. Si abundan letras se le asigna presupuesto editorial, si trazos, un copirrait para controles litográficos, y si de ecléctico es imposible clasificar su legado, se le asigna una calle cualquiera, quizá cerquita de donde murió, pues sólo ahí lo conocieron mientras respiraba.

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